Catalina escritora

Una acuarela describe el rincón del banco flanqueado por dos estatuas que representan la fauna y la flora. Catalina tenía una destacada sensibilidad y y escribió algunos de sus recuerdoscon un toque de calidad. Ella misma nos dice en "Cuadritos y Recuerdos" que no es por afán de gloria sino para que sus hijos y nietos puedan leer y aprovechar esa sabiduría en la dura lucha con la vida. Recojo una página llena de nostalgia, que titula "La partida" y escrita el 9 de octubre de 1919. Parece que tras pasar en Palma de Mallorca la temporada estival y tener que regresar a Jaén. Conla decisión rápida que me caracteriza, he comenzado a hacer el equipaje. Me costaba trabajo, como siempre, el partir de aquí. Rara apatía me invadía. Es preciso -me he dicho-. Y sometiendo a la fría razón mis sentimientos, en un supremo esfuerzo, emprendí la tarea. Estaba distraída. Maquinalmente cogía uno tras otro los objetos, siguiendo la rutina de otros años. Indiferente y fría, como cumpliendo inapelable fallo, iba y venía por la estancia anchurosa. Más a medida que el reloj corría, y las horas pasaban, y mis manos resueltas vaciaban armarios y cajones repletos de recuerdos, la fuerza de mi espíritu menguaba. Tristeza invencible me iba invadiendo poco a poco. Era ya lento el paso, tardos los movimientos y las impulsoras órdenes salían con débil voz de mis labios contraídos. Mi lucha interior se traslucía. El corazón burlando razonamientos lógicos, recobraba su imperio insubyugable. ¿Qué encanto irresistible ejercen sobre mí los risueños paisajes de Son Buit, las lejanas montañas azuladas, la contemplación del mar tranquila? Por último recorro mi jardín, visito los rincones más queridos, quiero grabar con indeleble huella todas las sensaciones de mi alma. Hay un banco en mitad de la calle. ¡Cuánto he soñado en él! Cuando era niña escribí allí mi primera poesía. Era aficionadísima a leer. En busca de calma y de silencio, corría a ocultarme con mi libro y devoraba páginas y páginas. Junto a la verja del jardín hay otro banco que guarda para mí también dulces recuerdos. Lo cobija una encina, cuyas ramas de oscuro y espeso follae lo protegen del sol. Era el preferido de mi madre en las calurosas mañanas de verano. Cuando yo era pequeña , sentada junto a ella, gozábamos allí de la frescura de la brisa del mar. Ahora juegan mis hijos , bajo la sombra tupida de la encina. Salgo a la carretera, al pleno campo, para envolver en una última mirada los montes que se ocultan en la sombra, la cercana capilla de mi adorada Virgen, el suelo perfumado. Siento que quiero desesperadamente este pedazo de tierra. ¡No puedo arrancarme de aquí! Una amrgura inmensa invade mi corazón. Con infantil impaciencia me llaman mis hijos desde el coche. ¡Les encanta viajar! Me subo a la galera mallorquina y entre los adioses de los que se quedan, arrancan briosamente los caballos. La oscuridad no deja ver las lágrimas que resbalan despacio mis mejillas

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